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lunes, 7 de mayo de 2012

Aquello que omití durante 79 años me ha costado la vida y si bien hoy es una verdad a gritos, es mi deber como ciudadano del mundo compartirlo a través de mi historia. 

Nací en Michigan en el año de 1933 después de que mi padre, un ensamblador de Ford Motor Company se instalase allí por cuestiones de trabajo. Soy el menor de 7 hermanos con quienes viví una infancia maravillosa. Mi madre, una mujer de cualidades y calidades humanas intachables nos guió por el camino del bien, asistimos cada domingo a la iglesia sin falta, cumpliendo así con los deberes de una verdadera familia Estadounidense. 

Desde muy temprana edad resolví abandonar los estudios, pues decidí que lo mío eran los negocios y que si el estudio tenía como fin último la maximización de utilidades, con mi astucia y talento podría obviar este paso y dedicarme a hacer dinero y así fue. Al morir mi padre dejó una herencia de importante suma que significó la ruptura familiar, pero que en mi caso representó el comienzo de un nuevo logro personal. Invertí el dinero que me correspondió en finca raíz, con el tiempo el negocio fue creciendo hasta el punto de convertirse en una empresa y posicionarse como una de las más rentables de los Estados Unidos de América. Estaba en la cima de mi sueño, entonces conocí a Elena, con quien tuve 5 hijos. Mi esposa proviene de una familia de inmigrantes cubanos que sufrió en carne propia los efectos del despiadado comunismo, su familia fue despojada de sus bienes y lanzados a la deriva por lo que a mi bien, decidieron refugiarse en nuestro país. Tuvimos la fortuna de ver crecer a nuestros hijos con todas las comodidades que les pudimos brindar, incluso mis tres hijos mayores iniciaron sus estudios en Harvard aunque por desgracia no lograron concluir. 

Nuestros problemas empezaron cuando a la edad de 49 años detectaron un tumor maligno en mi estómago que perjudicó significativamente mi salud y deterioró mi situación económica como jamás imaginé, Elena en un gran acto de bondad intentó trabajar y ocuparse de mis asuntos para que nuestros hijos estudiaran y yo tomara el reposo recomendado, no obstante, fue imposible sostener la empresa, mis hijos no continuaron con lo que yo había construido durante años y más triste aún, tuvieron que retirarse de la universidad para costear la cuenta del hospital y las necesidades básicas de nuestro hogar. En menos de 5 años perdimos todo, Elena por segunda vez. Sin otra alternativa recurrimos al Estado esperando encontrar pronta solución a nuestra situación, lo único que teníamos era nuestra casa que en pocos meses sería rematada, pues tuvimos que hipotecarla para obtener más dinero y alargar mi expectativa de vida, pero fracasamos en el intento, cuando me vi perdido y desamparado entendí por vez primera, que el mundo que me había imaginado por años no era el mismo que me había tocado vivir. 

Paradójicamente recibimos gran ayuda de una familia India, aquellos a los que atormenté durante mi adolescencia por su color de piel. Elena logró contactarse con un tío suyo residente en Cuba quien nos ofreció su casa para vivir y comenzar una nueva vida, no fue difícil tomar esa decisión, mis hijos ya adultos habían decidido olvidarse de nosotros y sin nada que nos atase a mi país de origen, partimos. 

Quizá pasaron 2 días de haber llegado a la Isla para saber que había sido engañado y burlado al igual que mi familia y amigos. Digo lo anterior argumentándolo desde la redefinición del concepto de pobreza, pues si bien los cubanos no tenían televisores, automóviles, computadores en cada habitación, tenían salud y educación gratuita, dos añoranzas que hoy ya no pueden ser. 

Me enteré recientemente a través de uno de mis hijos que una movilización civil se levanta en Estados Unidos de América contra el sistema, motivo por el cual escribo esta breve historia. Manifiesto mi apoyo incondicional a los indignados, los exhorto a luchar por lo que les pertenece, a que reivindiquen el verdadero sentido de la democracia. No se dejen amedrentar, es del temor del que se alimentan los gobiernos para dominar. Represento la ilusión, el falso idealismo, la ignorancia y la impotencia de miles de ciudadanos norteamericanos que dejamos pasar aquello que siempre estuvo frente a nosotros… Somos el 99%.


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